Los González Canseco
La historia continúa
María de Jesús
González Canseco de Sánchez
Mayo 21 de 1927 – Enero 26 de 2010
Primeramente, quisiera nombrar a mi hermana la mayor, que fue María de Jesús González de Sánchez, mejor conocida como Chuy.
Mi hermana Chuy nació el 21 de Mayo de 1927 en Tampico, cuando mis papás vivían con mis abuelitos, claro, los papás de mi papá.
Plaza de la Libertad, Tampico
Chuy siempre tuvo sus ojos muy bonitos, de un café acaramelado y hundidos. Desde que yo me acuerdo, ella siempre usó permanente, me acuerdo que mi mamá se lo compraba, solo costaba como 5 pesos, y claro, nunca se quitó su diadema.
De las cosas que yo recuerdo son únicamente durante el tiempo que yo estaba más grandecita. Es curioso que a muy temprana edad, yo empezara a querer verme bonita y siempre le pedía a ella que me arreglara. Principiaba bañándome, y después me peinaba, haciéndome chinitos y a mí me gustaba mucho. Por supuesto, esto no iba a ser de gratis, y aunque yo tendría como 5 años, Chuy me decía…
...“Necha, si quieres que te peine, tienes que lavar los trastes y terminar de arreglar la casa”.
Yo en mi afán de verme bonita, pues lo hacía. No sé qué tan bien, o cuánto tiempo me tardaba en terminar, pero yo lo hacía porque me encantaba cómo me arreglaba.
A Chuy siempre se le facilitó hacer peinados y arreglar el pelo, aunque de grande nunca pudo estudiar en una escuela de belleza para aprender aún más por falta de dinero, aunque si habían varias escuelas por el centro.
Siento que a ella le hubiera gustado aprender más, pero era una situación mucho muy difícil, ya que nosotros vivíamos por las afueras de la 20 de Noviembre, y en ese tiempo no había camiones que llegaban hasta allá, ni dinero para ir a una escuela de belleza, así que no le quedó otra mas que practicar conmigo.


Catedral de Guadalajara
En Guadalajara vivíamos todos juntos por el sector Libertad, o sea, en el centro. Los domingos ella se aburría mucho, así que me decía...
...“Manita, pídele permiso a mi papá para que nos deje salir a dar la vuelta caminando”.
Ella tendría 15 y yo 10, y aunque a mí nunca realmente me llamó la atención salir, pero tanto me molía para que pidiera permiso, que allí iba yo de obediente. Ella sabía que si yo le pedía permiso a mi papá, si nos dejaba ir.
Calle de Belisario Domínguez, D.F.
Recuerdo mucho cuando vivíamos en el Centro de la Ciudad de México, en la calle de Belisario Domínguez # 62; era una casa grande de dos pisos muy bonita, tenia pisos de azulejo. Ahí mismo habitaba la dueña que rentaba los cuartos de la azotea.
Cuando recién llegamos de Guadalajara ahí fue donde vivimos todos.
Después de un tiempecito, mi papá compró una cama de latón, recuerdo que venía también con un tambor de latón .
Para entonces el cuarto que rentábamos ya tenía piso de cemento, éste aunque no se ensuciaba tanto como cuando eran de tierra, hacia que nos diera mucho frio por lo fresco del cemento.
Ahí vivimos Chuy, Roberto, Cosme, Pepe y yo. Para ese tiempo ya había muerto mi hermanita Ofelia.
Chuy y yo salíamos mucho a caminar, vivíamos bien cerquita de la Plaza de Santo Domingo, en el centro del D.F., así que podíamos salir a caminar.
Actual Plaza de Santo Domingo, Centro Histórico de la Ciudad de México
Nos distraíamos viendo todo alrededor, aunque en ese tiempo habían todavía muchos terrenos baldíos, pero también habían muchas vecindades y por supuesto muchos negocios.
Caminábamos por la calle de Santa María La Redonda, que después fue creo San Juan de Letrán. Caminando de cuadra a cuadra, veíamos muchas tiendas de ropa, (casi todos eran de judíos o de árabes), también habían muchos baños públicos donde la gente iba mucho a usar los baños de vapor. Además se veían los cafés de chinos, que quedaban bien cerquita del zócalo.
Otra de las cosas que veíamos, era cómo se vestía la gente. Las mujeres no usaban pantalones, y los hombres usaban casi puros trajes, y si no se ponían corbata, si usaban mucho saco y sombrero de vestir.
No se veía para nada la mezclilla, más bien era puro casimir.
Como no había mucho qué hacer en casa, pues Chuy se aburría mucho y me pedía que fuéramos a caminar. Me acuerdo que en un cumpleaños de Chuy, mi mamá consiguió una tela y nos hizo unos vestidos muy bonitos, y salimos con nuestros vestidos nuevos. Mi mamá nos había comprado también unas zapatillas de tacón, muñeca de correa y tenia hevillas para cerrarlos.
Nos sentíamos muy contentas de poder estrenar zapatos nuevos. No sé de dónde sacaba los moldes para nuestra ropa, pero siento que nos quedaba muy bonita. Por supuesto, hasta la ropa interior nos hacía.
No recuerdo nunca haber usado suéter, así es que no nos tapábamos con nada. ¿Cómo le habremos hecho con el frio de México? Solo Dios sabe. Pero eso si, recuerdo mucho que mi mamá usaba su cinta métrica para todo, siempre la traía colgando del cuello.
Mi hermana Chuy y yo éramos muy diferentes de medidas, ya que nos llevábamos cinco años, sobre todo cuando estábamos en esas edades, así que tenía que hacer dos moldes.
Chuy aunque siempre fue muy delgadita, siempre tuvo su carita redonda. Ella nunca tubo acné, siempre se le veía muy limpiecita.
Ya como para 1945, nosotros aún vivíamos en Belisario Domínguez, ella conoció a Antonio, quien sería su esposo de toda la vida. Antonio era muy aficionado al boxeo, y en ese tiempo todos sabían acerca de los “Guantes de Oro” (estaba en su apogeo entre los varones meterse al boxeo por entretenimiento, o para ganarse unos cuantos pesos), y Antonio no fue el único.

A él le encantaba ir todos los días al gimnasio y entrenarse. Muchos de ellos se entrenaban para participar en “carne de cañón”. Ir a carne de cañón era ir a la arena a pelear por cinco pesos por pelea. Eran peleas de unos cuantos rounds, según lo que aguantaran.
Antonio aunque él no era alto, tan solo medía como 1.50 mts., él siempre tuvo un buen pegue y regresaba de la Coliseo con sus cinco pesotes.
En otra ocasión Chuy me ganó de nuevo y se fue a caminar sola. Cuando regresó le pregunté que por qué no me había esperado, pero ya ella me dijo...
...“Ay manita, no le vallas a decir a mi papá porque ya vez cómo se enoja, mejor mañana nos vamos otra vez y si te espero”
..."Bueno"
Entonces le dije…
...“Pero me vas a tener que decir dónde fuiste y qué hiciste”.
Ya al otro día, cuando me di cuenta, ¡Ya se había salido sola otra vez!.
"Ay,...! Ésta sí me la va a pagar..! "
pensé yo.
Entonces salí corriendo y alcancé a ver cuando se estaba dando la vuelta por la ezquina, y sin que ella se diera cuenta, la seguí, y la seguí, hasta que llegó a una tabacalera.
Era un puestecito; solo tenía un mostrador pequeñito y un anaquel donde colgaban algunos de los productos que vendían.
Debajo del mostrador, tenían una tinita con unos cuantos refrescos. Eso fue todo lo que vi.
A ella le gustaba mucho ir ahí, se pasaba las horas platicando con la muchacha que atendía el negocio. El negocio estaba adentro de otro negocio, no sé qué venderían, pero estaba sobre San Juan de Letrán, y esto fue antes de que hicieran “La Latino”.
Construcción de la Torre Latinoamericana D.F.
Lo que pasaba era que Antonio vivía en la casa donde vivía esta muchacha, y a Chuy le encantaba ir a verlo.
También me acuerdo que el tiempo seguía pasando, y Chuy seguía yendo a ese lugar. Mis papás por supuesto que no lo sabían, así es que yo tenía que traérmela a jalones de regreso a la casa, y por supuesto, ella tenía que hacerlo porque si no ella sabía que le podía decir a mi papá, y ella, tal como todos, le tenían mucho miedo.
Yo sentía que no tenía por qué estar en la calle, ella tenía que estar en casa con nosotros y ayudarnos a cuidar a los niños. Rebe tendría 5, Lupe 7, Pepe 10, Y Enrique estaba chiquitito.
Mi mamá, pues se tenía que ir a trabajar, así es que todos nos quedábamos solos en la casa, ya Cosme y Roberto se salían desde temprano a buscar sus chambitas. Fueron tiempos muy duros para todos, pero sobre todo para los grandes, que sí sabíamos qué estaba pasando.
Mi mamá me dejaba 50 o 75 centavos al día para darle de comer a todos. Lo único que podía hacer a veces, era solo comprar tortillas y sal. Y eso era nuestra comida diaria. No sé realmente cómo pudimos subsistir este régimen.

No pasó mucho tiempo cuando Antonio fue a la casa y le pidió a mi papá permiso de vivir con nosotros, y así fue cuando se inició la familia Sánchez González.
Todos nos cambiamos nuevamente, ahora fue a la colonia Aldana. Ahí mis papás empezaron a rentar otro cuarto. Éste era más feo que el otro del centro, y otra vez, teníamos piso de tierra.
Ahí vivíamos todos:
Mi papá, mamá, Chuy, Antonio, Roberto, Cosme, Yo, Pepe, Lupe, Rebe y Enrique.
Lo que no me gustaba era que el baño estaba afuera, y me daba mucho frio pararme en la noche, o cuando Rebe o Lupe me pedían que las acompañara al baño. Que frio nos daba.
Después de un tiempo nació Lupe chica. De ahí, no sé qué paso, pero nos cambiamos a Prolongación de Pino #6, en la esquina de Pino y la 7.
Ahí me gustó mucho, ya que era otra clase de casas y de gente.
¡Una vez más teníamos piso de cemento!
La casa estaba muy bonita, y nuestro cuarto incluía una cocinita también, aunque el baño estaba afuera, pero no importaba, ya estábamos acostumbrados.
Tenía un patio también donde mis hermanitos podían jugar un poquito más. Habian unos lazos donde podíamos tender nuestra ropa, y había tres lavaderos que servían para los dueños y las familias que rentaban.
Los lavaderos tenían agua corriente (¡Qué diferencia…! ya no teníamos que acarrearla de la llave, o esperar la pipa). Eso era nuevo para todos.

En días calientitos, nos bañábamos todos en el lavadero y nos gustaba quedarnos afuera para que nos secara el sol. Así es como nos podíamos divertir un poquito también, ya que no habían juguetes ni nada con qué jugar.
Los camiones pasaban sobre la calle de Pino, enfrentito de la casa. Ahí fue donde nació Luís.
Ya para entonces Lupe chica ya caminaba, y se la pasaban corriendo por todo el patio. Lupe tendría como dos años. Ese día recuerdo que mi mamá como siempre, se fue a trabajar y nosotros nos quedamos en casa.
Para entonces, ya Ricardo, mi esposo, había hecho amistad con mi mamá, y ya era amigo de Cosme.
Para entonces Ricardo trabajaba en la Secretaría de Educación Pública, y después de trabajar, le quedaba de paso la casa, asi es que se bajaba del camión y nos iba a visitar todos los días.
Ese día llegó él como a las tres de la tarde, y vió que Chuy ya estaba muy mal. Yo no sabía aún qué pasaba, pero Chuy con sus dolores de parto y todo, Ricardo paró un taxi y se la llevó al hospital para que naciera Luis.
Chuy y Antonio, al no tener servicios médicos, Ricardo tuvo que pasarla como su esposa. Ya Ricardo regreso a la casa y me dice...
...“Ya nació, fue niño”.
Ya al otro día, Ricardo fue por ella y se la trajo a la casa.
Ya después de un tiempo, yo me casé con Ricardo, y me fui a vivir con mi suegra a la Netzahualcóyotl.
A partir de ahí comenzamos a estar ya muy Incomunicados, ya que la distancia entre colonia y colonia era muy grande, y no podíamos visitarnos mucho que digamos.
Nació Marcos, ya para entonces yo ya me había cambiado a la Progreso Nacional, y le dejé la casa de Netzahualcóyotl a mi mamá.
Realmente no me puse a pensar de lo lejos que era, pero por lo menos, ya era una casa, no tenían que pagar renta, había más habitaciones para los niños, y todos los servicios disponibles.
Mi papá ya había muerto para entonces. Ahí fue cuando ya los Sánchez González se independizaron. Se cambiaron a La Providencia, a la calle de Nayarit #59, y ahí fue donde nació el resto de la familia.

Casa de la Familia Sánchez González

Acerca de Martita, recuerdo que vinieron a verme mi mamá con Chuy y la niña en brazos, ya muy enfermita con vomito y diarrea. No había tiempo de nada, únicamente le pedí al Sr. José (un vecino mío que vivía en la cuadra y tenia carro) que si por favor nos llevaba a la Cruz Verde. Ya ahí nos comunicaron que no les era posible recibirla porque el hospital estaba lleno. No había cupo para un nuevo paciente, y según esto, era una influenza muy grande y mortal en algunos casos, así que fue necesario regresarla a casa y tratar otras alternativas.
De ahí, la llevamos con otros doctores en la colonia, pero ya nadie quiso aceptarla porque decían que ya estaba muy grave.
Martita tenía menos de un año, no sé si ella había sido enfermiza o no porque casi no nos frecuentábamos.
Me sentía yo muy mal porque no podíamos hacer nada por ella. Ya de regreso en el carro, antes de llegar a casa, Martita dejó de respirar, y con un último suspiro, ella se nos fue.
Ella murió en mis brazos. Ya en casa, Ricardo nos estaba esperando, y al enterarse de lo sucedido, ya se fue él a hacer unos arreglos para que fuera sepultada en el panteón de Santiaguito, que colindaba con la colonia Progreso Nacional, donde nosotros vivíamos.
No habiendo ni acta de defunción ni nada, Ricardo se arregló con el sepultero y ya en la tarde la llevamos a enterrar.
Después de su muerte me contaban mis hijos que de regreso de la escuela, pasaban cortando flores silvestres, y se las iban a llevar a Martita. Yo me imagino que también las agarraban de otras tumbas y se las ponían a ella.
En algunas ocasiones que hacíamos alguna reunión familiar en la casa, por lo regular los niños se juntaban y pedían permiso de ir al panteón, y allá se iba la bola de chamacos corriendo al cementerio, ellos iban tan seguido, que ya sabían dónde estaba sepultada y nunca se perdían.
Ya de los más chicos no recuerdo casi nada, pues para entonces todos también teníamos nuestras propias familias, y por supuesto, nuestro mundo de problemas.

El tiempo seguía pasando, y nos dejamos de ver por mucho tiempo, solo a veces coincidíamos en ir a ver a mi mamá durante fiestas de fin de año, o día de las madres, eran las únicas ocasiones en que nos veíamos.
Recuerdo que varias veces nos vino a visitar Marco, y nos enseñaba su nueva motocicleta que se había comprado, él se veía muy contento.
Ya la última etapa que yo recuerdo fue cuando nos cambiamos a Tlatelolco por el 64 o 65. En ese tiempo mis hijos veían mucho a Antonio, porque él trabajaba en uno como deshuezadero, ahí vendían tapones de lata para las llantas. Era un negocio que estaba en la esquina de Manuel González y la glorieta de Peralvillo, pasando la enlatadora de frijoles o no se qué cosa, pero que ¡Cómo olia!.
No recuerdo si ahí cruzaba Reforma, o Insurgentes. En ese tiempo Mis hijos, Ricardo y Silvia me pedían permiso y lo iban a visitar a su trabajo. No les quedaba muy lejos, por eso los dejaba ir.
Nos veíamos muy poquito. Después mis hijos se fueron para Estados Unidos. Al poco tiempo nos avisaron que mi hermana había enviudado.
Antonio murió el 12 de Noviembre de 1988, y fue sepultado en el Panteón de Dolores, donde ya se encontraba el resto de la familia.

Ya para entonces también yo emigré a los Estados Unidos para encontrarme con mis hijos, y a partir de ahí perdimos comunicación por mucho tiempo.
Una vez cuando Lulú se regresó a E.U., pudo coincidir que Marco su esposa e hijo, también iban a ir a Oklahoma, así que me dio mucho gusto que ellos se hayan podido ayudar e irse juntos.
Lulú quedó muy agradecida y recuerdo muy bien que en una de las pocas veces que llegué a ir a México, (Que no fue para visitar, sino para ir a ver a doctores), fui a que me hospitalizaran, pues yo me encontraba muy enferma. Eso no se me puede olvidar que mi hermana, tan lejos que vivía, desde La Providencia, se vino a verme al Hospital General, y en camión.
Me dice mi hija Lourdes que cuando llegó a verme Chuy, dijo que yo estaba tan mal, que me dice...
...“Mira que tan mal estas tú y no hay ningún padre"
Sentía que yo ya estaba a punto de morir, y quería a un padre para que me diera los Santos Óleos.
No sé cuánto tiempo se quedaría conmigo, o a qué hora se iría, pues yo no estaba consiente.
Después de un tiempo me recuperé, me fui con Rebe unas semanas, vinieron mis hijos a verme, y nos fuimos (Silvia y Ricardo), todos a visitarlos a su casa, a la calle de Nayarit. Realmente no recuerdo el año, probablemente en el 90 o 91 pero si vimos a mi hermana y algunos de mis sobrinos. Ya Lupe tenía sus hijos grandes. Me acuerdo que comimos bien rico.
Pasó poco tiempo más, y me regresé a California. No sabría que esa sería la última vez que vería a mi hermana Chuy.
El tiempo siguió pasando, y no en balde, casi no sabíamos una de la otra, sino solo cuando hablábamos a miembros de la familia y nos contaban de cómo estaba ella.
Después también vino Marco acá a California, se estuvo solo unos meses, antes de irse permanentemente a Texas.
No pudiendo ver a mi hermana por última vez, solo me satisface saber que ella fue muy feliz con su familia hasta los últimos momentos.
Chuy murió el 26 de enero del 2010, y fue sepultada en el panteón Mausoleos de San Cristóbal.

FIN
Continúa...
|